El apego afectivo como desafío
El apego afectivo es una cuestión de interés para las personas mayores ya que obstaculiza, y algunas veces trunca, las intenciones de nuevos proyectos de aprendizaje para el disfrute personal. También es un problema de violencia, no tan fácil de visualizar como tal, ya que puede involucrar diferencias con la pareja, hijos y otras relaciones de confianza.
Afectando la principal fuente de bienestar que son las relaciones afectivas, tan importantes para tener una vejez con calidad de vida.
A menudo las personas mayores se encuentran con diferencias difíciles de comprender porque incluyen intereses, relaciones familiares y acuerdos tácitos de privacidad. Diferencias que, si analizamos en profundidad, “disfrazan” formas de violencia psicológica y social que, no siempre son reconocidas como tales.
Expresadas en: miedo a la ruptura del vínculo, miedo a la intolerancia y soledad, deseos de exclusividad, prioridad de la pareja, subordinación y sumisión, manipulación, e imposiciones. Imposibilidad de decir no, de comunicar y defender los propios derechos e ideas por las diferencias de poder en la relación. Convirtiéndose en víctima de los deseos de control y dominio de otras personas.
Desde lo sociológico existe una dinámica social que impacta directamente sobre las relaciones afectivas, por ejemplo: las definiciones sociales, los mandatos y tradiciones sociales que aprendemos con la educación se imponen como verdades únicas y eternas para nosotros en el marco de las relaciones sociales. Hacemos un depósito de confianza y afecto a partir de esos argumentos aprendidos.
La sociedad con su propia dinámica nos define e impone lo que debe ser y lo que se espera que hagamos en una relación para cumplir con la sociedad. Lo que no podemos descuidar y dejar de aprender es que estas “formas sociales” con el tiempo pueden quedar obsoletas o no ser las adecuadas para una relación sana. Dando lugar a un modo de relación de apego que nos ata y enferma.
Definición de apego afectivo
Una relación de apego afectivo se define como una a relación de sometimiento y de dependencia de un integrante sobre otro a partir de una necesidad extrema de orden afectivo (Castello 2000, 2005) que anula la autonomía, al grado de transformarse en una adicción (Shaeffer, 1998; Lazo 1998; Riso 2003) de la que resulta muy difícil prescindir.
En una relación de apego se puede observar, cómo a partir de una “definición social y patriarcal” de mujer, ésta puede ser asociada a sacrificio, subordinación, sumisión y dependencia por el sólo hecho de ser mujer. O un «mandato social» puede anular y resignar los talentos y proyectos personales para facilitar la realización y la felicidad de otras personas. Pero deberás asumir que si esto te asfixia, ata y enferma… no es amor.
Lo que debemos aprender
La vejez, y porque no otros momentos de la vida, pueda ser un tiempo para un “auto-socio-análisis” sobre estas imposiciones sociales que se “hacen carne” a lo largo de la vida y que se convierten en una trampa efectiva, por medio del apego, para perder la autonomía y la independencia.
Es preciso revisar las creencias erróneas acerca de lo que significa brindar cuidado, protección y afecto a los hijos, nietos, padres, hermanos, etcétera y como una idea equivocada sobre esto puede llegar a producir un apego afectivo enfermizo, llevando a una experiencia de asfixia psicológica y social, con una relación de anulación de la personalidad y deseos en pos del bien del otro.
Porque las personas, no siempre, reconocen las tramas y dinámicas de la sociedad por las cuales se convierten en “víctimas o victimarios”, tampoco es tan fácil encontrar la forma de salir de las trampas mentales que estas situaciones crean, por temor al abandono, la soledad, el reclamo intolerante y/o para seguir sosteniendo los beneficios de un amor, que no reconoce la dignidad de las personas.
Aportes especializados
Para Walter Risso depender de la persona que se ama es una manera de enterrarse en vida, un acto de automutilación psicológica donde el amor propio, el autorespeto y la esencia de uno mismo son ofrendados y regalados irracionalmente. Cuando el apego está presente, entregarse, más que un acto de cariño desinteresado y generoso, es una forma de capitulación, una rendición guiada por el miedo con el fin de preservar lo bueno que ofrece la relación. Por ejemplo, poder seguir viendo un nieto o vivir acompañado.
No se ve la violencia, bajo el disfraz del amor romántico y filial, la persona apegada comienza una despersonalización lenta e implacable hasta convertirse en un anexo de la persona “amada” un simple apéndice.
Walter Riso va más allá y describe que cuando la dependencia es mutua, el enredo es tan funesto y tragicómico: si uno estornuda, el otro se suena la nariz. O si uno tiene frío, el otro se pone el abrigo. Esta circunstancia también nos invita a reflexionar sobre los modelos de parejas tradicionales, donde alguno de los dos cae en la cuenta de la dependencia, luego de que falta alguno.
Cuando decimos disfraz afectivo hacemos referencia a que el verdadero sentido de una relación afectiva se termina fundando en un fundamento erróneo: por ejemplo asumir el cuidado de los nietos porque corresponde al abuelo, o seguir siendo el proveedor económico porque siempre fue así, asumir el cuidado de algún familiar por ser mujer, ser el soporte de los fracasos afectivos de otros porque no sabemos decir no, etcétera…estos argumentos erróneos sólo tienen por objeto ubicar a las personas en una situación de manipulación, dependencia y falta de sentido de la propia vida, bajo la excusa de ayudar por afecto.
Mirar el todo
Riso dice que “de manera contradictoria la tradición ha pretendido inculcarnos un paradigma distorsionado y pesimista del amor: pareciera que el auténtico amor, irremediablemente debe estar infectado de una necesidad permanente del otro, como si fuera una adicción. Un absoluto disparate. No importa como se quiera plantear, la obediencia debida, la adherencia y la subordinación que caracterizan al estilo dependiente en una relación afectiva de apego, no son nada recomendable”
Debe quedar claro que el sentimiento de amor es la variable más importante de la ecuación interpersonal amorosa, pero no es la única. Una buena relación de pareja, de padres e hijos, de amistad también debe fundamentarse en el respeto, la comunicación sincera, el humor, la sensibilidad humana, y muchas habilidades de supervivencia afectiva y flexibilidad para hacer los cambios necesarios y en el tiempo adecuado.
Aprendiendo a construir relaciones afectivas maduras
Como las relaciones afectivas saludables son una fuente inagotable de bienestar para los miembros que la integran, Walter Riso propone tres principios claves que se vinculan perfectamente con las necesidades gerontológicas de incrementar la prevención de este tipo de violencia afectiva que es el apego afectivo en la vejez:
El principio de la independencia
Implica poder arriesgar y emprender algo nuevo, implica el arte de explorar lo desconocido y la búsqueda de aprender un nuevo modo de hacer por sí mismo. Trabajar sobre la independencia puede tener los siguientes beneficios:
- Aprender a hacer por sí mimo, a arriesgar alternativas personales que generan más tolerancia al dolor, a la frustración para crecer y madurar emocionalmente.
- Aprender a explorar otras relaciones afectivas que aseguren el descubrimiento de nuevas fuentes de distracción, disfrute, interés y diversión, dejando de lado la tendencia a concentrar todo en un solo punto o persona, permite que crezca la motivación y se amplíe considerablemente el horizonte social para conocer a otras personas.
- Conocer y brindar afecto a otras personas asegura mayor apertura, flexibilidad y menor resistencia al cambio. El miedo a lo desconocido se va reemplazando por la sorpresa, la novedad y el asombro.
- Lo más importante es que se pierde el culto a la autoridad, lo cual no implica anarquismo. Se aprende que nadie tiene la última palabra. Ya no se toma todo como dado o impuesto, y someterse no es tan fácil.
El principio de las Autonomía
Que implica hacerse cargo de uno mismo, de las decisiones. Tomar posición para decidir por sí mismo. Cuando las personas deciden hacerse dueñas de su vida y de sus decisiones el crecimiento personal no tiene límites. El principio de la autonomía implica un fuerte trabajo sobre los miedos e inseguridades para reforzar la toma de decisiones confiando en las propias posibilidades.
La autonomía aporta sobre tres áreas básicas
- Las personas que se vuelven más autónomas mejoran ostensiblemente su autoeficacia, adquieren más confianza en sí mismas y se vuelven más autosuficientes. Pueden vencer el miedo a no ser capaz y a la dependencia.
- Se aprende un nuevo sentido del dolor y el sufrimiento. El hecho de tener que afrontar solo el mundo y luchar por la propia supervivencia fortalece las propias habilidades. La maduración emocional llega cuando puede vencer el miedo a sufrir y a frustrarse.
- Un mejor manejo de la soledad. Las personas que adoptan la autonomía como una forma de vida adquieren mejores niveles de autoobservación y una mayor autoconciencia. Considerando que la soledad está en la base de todo apego, se previene y/o se vence el miedo a estar o quedarse solo.
El principio del sentido de la vida
Este principio se vincula con la dimensión espiritual y de trascendencia de las persona. Hoy nadie puede desconocer que las personas que realizan un trabajo personal sobre esta dimensión tienen mejores capacidades para afrontar los retos de la vida, son más sanas, disfrutan de lo que emprenden. Pero por sobre todo son muy resistentes a crear y sostener apegos de todo tipo. Las personas que han encontrado el camino de su autorrealización personal son fuertes espiritualmente, eligen vivir en paz y saben encontrar el equilibrio necesario para dar y recibir amor.
Fuente
RISO, W. ¿Amar o depender? Cómo superar el apego y hacer del amor una experiencia plena y saludable. (1999) Ed. Grupo ed. Norma.
AIQUIPA TELLO, J.J. Inventario de dependencia emocional. (2015) Ed.Manual Moderno.
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