El Perdón

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El perdón. Un recurso para conectar con el disfrute

Abordaremos en nuestra nota de clase de esta semana el tema del perdón, desde una perspectiva emocional, como elemento necesario para avanzar con bienestar y calidad de vida durante todo nuestro trayecto vital.

Entendiendo que el perdón y la justicia son dos caminos paralelos. Cuando la justicia no se puede ejecutar frente a una situación que valoramos como injusta, el único camino a seguir es el perdón, porque si no corremos el riesgo de quedarnos para toda la vida con la emociones destructivas que nos dejó una vivencia no deseada, algún acto injusto, o una relación desfavorable, depositando en nuestra vida el malestar.

Sabemos que el envejecimiento activo y saludable tiene intrínsecamente la misión de desarrollar el disfrute y la búsqueda del bienestar en la vejez. No obstante, a menudo, nos encontramos con personas, que aun desarrollando actividades de envejecimiento activo, no pueden llevar una vida saludable.

Ya que le asisten recurrentes vivencias de tristeza, angustia y sufrimiento, constituyéndose en un gran obstáculo para avanzar y  conectar con el disfrute de lo que emprenden.

Estas vivencias desagradables pueden traducirse en emociones displacenteras que requerirán de un diagnóstico para reconocer y abordar ideas, creencias y conclusiones erróneas que nos hemos formado y que se presentan como distorsiones cognitivas que frenan el crecimiento personal y la posibilidad de disfrute de los proyectos deseados para la vejez.

Cabe recordar que se entiende por distorsiones cognitivas a las ideas y conclusiones erróneas, sin evidencia o con evidencias contrarias sobre determinadas situaciones que modifican nuestras acciones o nos estancan en un lugar sin poder avanzar. Son creencias erróneas que minan nuestro propio camino y crecimiento personal.

El psiquiatra, Sebastián Palermo, en su libro “Aprender a Sentir y Educar las emociones” afirma que las personas a menudo no meditan ni reflexionan sobre el perdón como un elemento a elaborar. Por lo tanto, este elemento, no se constituye en un recurso para la vida, debido a que podemos llegar a tener incorporadas distorsiones cognitivas acerca del perdón, como acción. Es decir que existen creencias que pueden ser erróneas y por las cuales podemos sabotear nuestro propio desarrollo personal.

Algunos ejemplos de estas creencias erróneas

Perdonar es olvidar, es cuando afirmamos que: “no perdono porque no se puede olvidar”, si esto fuera cierto cada vez que se desarrolla la acción de perdonar a alguien tendríamos que tener un daño cerebral que produzca amnesia para olvidar.

Perdonar es dejar pasar, simular no ver. Cuando se afirma que: “No lo voy a perdonar, esta vez no se la dejo pasar”. Lo que interpretamos como injusto, no se puede obviar, en algún momento se presentará de nuevo como algo no resuelto y activará la alerta y la crisis. La crisis interna producida por la demanda no resuelta generará una emoción perturbadora en nuestro interior.

Perdonar es aceptar. “No voy a perdonar, no voy a aceptar lo que me hizo”. En realidad no se trata de aceptar ni rechazar, se trata de vivir el acontecimiento como lo que fue, una situación injusta. Para elaborar la angustia y la injusticia que la provocó.

No perdono porque no lo siento: El perdón no es una emoción, es una acción, por lo tanto no necesita ser sentida para excusarse.

No perdonó porque no soy Dios y solo Dios perdona. En el caso que la falta de perdón se excusará en lo teológico o lo bíblico, desdes esta perspectiva, es totalmente opuesto a esta afirmación ya que ésta marca el carácter perpetuo del perdón, mandando a perdonar setenta veces siete.

Distorsiones selectivas para el perdón

También es muy común encontrarse con distorsiones selectivas, que gráfica el estancamiento por concentrarse en un solo aspecto negativo o problemático de la vida negándose la posibilidad de disfrute del resto de aciertos o logros de la vida. Una forma muy común de resguardarse es cuando se dice…“yo siempre fui así, no voy a cambiar ahora este aspecto negativo de mi vida”.

Esta distorsión, por limitación a un aspecto negativo, nos muestra cómo nos rotulamos, auto-condenamos, nos quedamos sin hacer justicia sobre el acto que provocó un trauma, por no asumir un cambio para llegar al perdón, es un obstáculo pero no lo podemos asumir como tal.

Esto también significa el no reconocimiento del valor del perdón, como un recurso importante para nuestra vida. Un cambio podría significar aprender a perdonar a la persona y no dejar de hacer justicia sobre el acto por el cual fuimos víctima de una injusticia, liberando a la persona, para poder sanar las relaciones y lograr bienestar personal.

El objeto de perdón

Es muy común escuchar expresiones que condenan a las personas por una injusticia cometida y se omite condenar el acto que produjo la injusticia, esto quiere decir que no declararemos el acto como dañino para nosotros y por lo tanto, no lo excluimos de la lista de momentos desagradables. Ejemplo, “mi esposo me abandono, se murió, era un irresponsable… nunca se cuidó”… En este caso el perdón debe ser una acción sobre la persona, y la justicia debe recaer sobre el acto de no haberse cuidado como persona, sobre todo cuando la búsqueda de justicia no puede aplicarse a la persona porque no está.

Debemos tener presente que el perdón y la justicia son dos caminos paralelos; cuando la justicia no se puede justificar, el único camino a seguir es el perdón, porque si no la opción será quedarse sólo con esa parte de la vida, con esas emociones negativas sobre la persona, eternamente.

Ante una necesidad pendiente de perdón, contamos con un sistema de ley interno, que siempre estará en crisis si hay una situación no resuelta y, de forma automática, siempre estará intentando resolverla aunque no lo logre. Esto generará estrés interno que se manifestará a través de las emociones como tristeza, enojo, ira, bronca…explicando y justificando así la necesidad de incluir el perdón. No debemos perder de vista que ante una situación problemática, en el diseño de lo humano, contamos con nuestros propios recursos para hacer frente a este tipo de situaciones.

El perdón, desde una perspectiva emocional, no implica abandonar la búsqueda de la justicia cuando esta sí es posible. Dijimos que asumiríamos nuestro trabajo del perdón como un camino paralelo al de la justicia, como un elemento y un recurso para lograr bienestar en la vejez. Es decir que cada uno puede ejecutarse por sí solo o complementariamente. Pero lo cierto es que, el perdón como acción, opera fundamentalmente cuando la justicia ya no es posible para reparar la injusticia de la que fuimos parte.

Nuestra historia como sociedad marca que el perdón ha sido más utilizado en el marco de los tribunales que en las emociones. Sin embargo, también somos parte de una cultura enferma y contaminada de actos de dolor, sufrimiento, tortura, violencia y abuso que condicionan nuestro bienestar y autorrealización personal. En muchas oportunidades el camino del perdón puede no ser necesario ya que la injusticia de la que hemos sido parte puede ejecutar los mecanismos propios de la justicia, como la igualdad y la equidad, pero aquí nos ocupa aquellos que se constituyen en obstáculos gerontológicos para la conexión con el disfrute en la vejez.

El Concepto del perdón

El concepto de perdón, que propone ésta perspectiva emocional, está más vinculado con una actitud emocional. Donde, perdonar es renunciar voluntariamente al derecho de justicia, el perdón se presenta como un camino alternativo en situaciones donde la justicia no logra ejecutarse, porque es imposible, o porque se decide simplemente la misericordia. La tarea más difícil, posiblemente sea elaborar el principio de renuncia necesario, ya que puede presentar algunas resistencias, pero liberará nuestra persona de una lista de actos no deseados del pasado.

Por lo general requerirán de esfuerzo para elaborar y resolver actos desagradables con el perdón, pero sus beneficios pueden ser inconmensurables.

Ventajas de perdonar

  • Nos permite continuar con nuestra vida sin elementos internos de disconformidad.
  • Es de doble provecho, para quién perdona y el que recibe el perdón.
  • Brinda armonía psíquica y equilibrio social.
  • Nos estabiliza emocionalmente reduciendo el estrés y la angustia.
  • Amplía la red social y restaura las relaciones sociales.
  • Resuelve los elementos pendientes de las etapas vitales anteriores.
  • Propicia mayor productividad en las acciones y proyectos que emprendamos.
  • Nos convierte en invulnerables psíquicamente, ante traumas con efectos permanentes.
  • Aprendemos a completar la elaboración de los traumas, ya que no seguimos ejecutando justicia en nuestra mente sobre las situaciones y los causantes.

Síntomas de que no hemos perdonado

  • Cuando no toleramos que el o los causantes tengan éxito y sean felices en su vida.
  • Cuando con nuestro pensamiento continuamos haciendo justicia a los causantes de los traumas.
  • Cuando aplicamos indiferencia y anulamos las relaciones con los causantes.
  • Cuando gozamos con la angustia o el fracaso del otro.

Síntomas de que hemos perdonado

  • Disfrute de los afectos y la relaciones restablecidas
  • Disfrute de los nuevos proyectos
  • Tolerancia ante la frustración y capacidad de restablecer la confianza perdida
  • Nuevos recursos para elaborar las consecuencias de una posible nueva injusticia
  • Estamos en paz, por más que la otra persona avance en su vida y crezca.
  • Podemos continuar con nuestra vida sin tratar de recordar las emociones que tuvimos al ser lastimados
  • Asumimos el pasado como pasado y enfrentamos con esperanza el futuro
  • Podemos avanzar con nuevas expectativas en el deseo de crecimiento personal y social.

Fuente

PALERMO, S. (2012). Aprender a sentir. Educar las emociones. Ed. Ediciones B. Arg.

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