Las emociones son un recurso hermoso para la vida humana, en la vejez son parte de nuestra reserva vital, útil para hallar respuestas a situaciones o circunstancias desafiantes.
Las emociones positivas sirven para poder sostener una sonrisa en la adversidad, contagiar alegría en la tristeza, recibir o brindar amor en la soledad. Cuando nuestras acciones sociales son portadoras de emociones positivas podemos cambiar la realidad, y por eso necesitamos educarlas a lo largo de toda la vida.
Para aprender a manejar el miedo, la ansiedad, y el vacío de sentido en el que se puede convertir la vida humana; cuando no podemos vivenciar emociones placenteras.
Las emociones pueden ser educadas, pero la clave para este aprendizaje se encuentra en “aprender a pensar”.
Aprender a pensar lo bueno primero, antes que lo malo que podamos imaginar. No se trata de un pensamiento mágico de autoayuda, ya que las personas humanas contamos con la capacidad cognitiva de entender qué es lo bueno y accionar para lograrlo.
Pensar lo Bueno
Aprender a pensar lo bueno, es un mecanismo de auto-protección psicosocial en momentos de crisis, nos brinda seguridad y confianza, en nuestros propios recursos. Pero también, es parte de una construcción responsable del bienestar, un bien común que todos podemos cuidar.
Casi todos, de una forma u otra, buscamos evitar el sufrimiento y maximizar el bienestar. Pero, a menudo nos cuesta mucho adrontar los pensamientos negativos que vienen a nuestra mente en momentos de crisis, pero afrontarlos es mejor conocerlos y sacar el mejor provecho que podamos.
De los pensamientos negativos, es importante revisar dos características centrales como: la rigidez con la que podemos llegar a interpretar todo lo que vivimos y la veracidad de los argumentos que orientan nuestros pensamientos.
La rigidez de los pensamientos
Es el pensamiento inflexible que creemos que deben tener nuestros deseos o ideas; y es lo que determinará nuestro nivel de estrés. Necesitamos analizar esta característica de nuestros pensamientos porque cuanto más rígida sea nuestra forma de pensar, más difícil será la adaptación a situaciones que salen de nuestro control. En cambio cuanto más flexible, más fácil de adaptarnos a situaciones que no esperábamos o no habíamos considerado.
La importancia de trabajar nuestra rigidez y flexibilidad es aprender a pensar cómo darle el valor adecuado a cada circunstancia, de manera que si no llega darse el resultado que esperamos, a partir de nuestro deseos o intereses, podamos encontrar una respuesta adecuada y alternativa de acción.
Si damos importancia extrema a algo, como no recibir cuidados y contención, ocurrirá que cuando no se dé lo deseado, es que nos enojemos con mucha facilidad y perdamos de vista la posibilidad de reclamar nuestros derechos de forma asertiva.
La clave para una correcta respuesta emocional es darle a cada situación la importancia adecuada. Si le damos demasiada importancia a algo que puede romperse, perderse, no reconocerse o depositamos demasiada expectativa en algo que es muy probable que no ocurra, generaremos un estado de alerta demasiado alto para nuestra salud mental.
Un estado de alerta que ocupará toda nuestra energía vital, intentando controlar todas las variantes posibles, para evitar que lo malo ocurra con aquello que creemos que es “extremadamente” importante para nosotros. Debemos poder reconocer si la excesiva preocupación de nuestros pensamientos se corresponde con la situación, y si podemos pasar de una idea fija y rígida a otra que nos permita adaptarnos.
Muchas personas tienen pensamientos muy rígidos. Por eso, les cuesta aceptar que las cosas no se den siempre como piensan o especulan. Eso se debe a la intensidad del deseo que ponen sobre ellas, tanto que dejan de ser un deseo para pasar a ser una ley que debe cumplirse por los otros, la circunstancia o el deseo mismo.
El nivel de importancia que le damos a las cosas define nuestra rigidez de pensamientos para adaptarnos a los acontecimientos. Cuando podemos transitar desde la rigidez a la flexibilidad ponemos en evidencia el motivo o los intereses por los cuales vivimos tan estresados, ansiosos y porque hipervaloramos hechos y desvalorizamos otros, más positivos o mejores que sí pueden conducirnos a estados de mayor relajación y confianza.
Las situaciones límites son un claro ejemplo de modificación de nuestras escalas de valores e importancia respecto de aquellas cosas que defendemos con mayor rigidez. Cuando las situaciones límites por problemas de salud o ausencia de los afectos, como la actual, nos traen a consciencia lo que somos y hacemos en verdad… nos develan la veracidad de lo que efectivamente es importante y necesitan nuestros pensamientos.
Revisar la veracidad de nuestros pensamientos nos muestra que lo que pensamos y defendemos a ultranza y con firmeza en realidad tiene un trasfondo mucho más flexible y accesible respecto de las circunstancias que nos tocan atravesar. Y necesitamos revisarlos para poder dar mejores respuestas a la realidad cambiante y dinámica.
Veracidad de Nuestros Argumentos
A menudo, en la vejez y en momentos de aislamiento, vivimos con pensamientos construidos en un tiempo diferente del que nos toca vivir o nos vemos bombardeados de información que en su mayoría carece de fundamentos. Por lo tanto hay que poder aprender a pensar críticamente los argumentos que utilizamos para defender con firmeza nuestras creencias o ideas.
Cuando nuestra forma de sacar conclusiones está viciada por nuestras experiencias de vida o por la impronta de la enseñanza de otro tiempo que tenemos, corremos el riesgo de sacar conclusiones equivocadas acerca de la realidad. A esto se denomina “distorsiones cognitivas”.
Una distorsión cognitiva es sacar conclusiones sin tener evidencias. Solo se asume que algo es de determinada manera porque esa es nuestra experiencia o porque eso es lo nos han hecho creer a lo largo de la vida nuestros padres, la escuela, las religiones, otros pares, etcétera.
Las distorsiones cognitivas nos empujan a tener emociones fuera de lugar y a tomar decisiones equivocadas. Para asumir conclusiones, debemos tomar en cuenta las evidencias concretas de lo que opinamos o defendemos.
Ahora sabemos que las emociones pueden ser educadas aprendiendo a pensar sobre como transitar de una mentalidad rígida a una flexible dando la importancia justa a cada deseo y circunstancia. El cuidado en tiempos difíciles nos pone en circunstancia de brindar emociones positivas regulando el estrés y el malestar del aislamiento.
Por otro lado, podemos comprender también que a menudo nuestros argumentos y análisis de veracidad pueden estar desfasados. Por lo tanto, debemos analizar nuestros pensamientos también, para no vivenciar malestar innecesariamente. Por lo que, aprender a pensar críticamente es una tarea saludable de toda la vida.
Pensarse con capacidad, una capacidad flexible y funcional para afrontar el aislamiento social y preventivo en tiempos de riesgos, pensarse con una rica reserva emocional para afrontar con resiliencia los riesgos de salud.
Y pensarse como sujetos de derechos, con capacidad de autocuidado para recibir y brindar afecto, aun con la distancia física. Depende de nuestra capacidad de pensar que es lo que se adecua mejor a nuestra circunstancia y nos permita conducirnos en un estado de mayor relajación y confianza.
Plan de Acción
Escribe un listado de las diez situaciones más desafiantes que tienes para hacer en este tiempo. (Debe contemplar las situaciones comunes como salir a realizar compras que necesitas, como medicamentos).
Luego escribe, a un margen, un puntaje de 1 a 10 a cada situación de la lista para evaluar lo desagradable que puede ser vivir esa situación. Donde el puntaje de 1 es para nada desagradable y el de 10 más desagradable.
Para finalizar, una forma posible de valorar este ejercicio es: en las situaciones que hayas colocado un puntaje de más de cinco son situaciones que pueden ser consideradas de mayor ansiedad y estrés, por lo que nos permite identificar y estar alerta de que requerirán de un ejercicio mental de menor rigidez y mayor plasticidad o flexibilidad para superarlos con relajación y confianza.
Bibliografía
Palermo, Sebastian. “Vivir sin ansiedad” Un Programa de 33 días para mejorar la calidad de Vida”. 2014. Ediciones B.
Imágenes
www.freepik.es