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Afrontar los Miedos en la Vejez

Recursos psicosociales para afrontar los miedos en la vejez  

Hombre pensando

El miedo constituye una realidad que  ha estado presente desde el inicio de la humanidad y ha influido sobre la forma en la que el ser humano percibe y se  relaciona con el mundo. Considerando su naturaleza  social,  es innegable la influencia que la cultura ha venido  ejerciendo sobre la configuración de los miedos que se instalan en las personas.

Por tanto, y  en concordancia con lo que plantea Reguillo (2006), los miedos son individualmente experimentados, socialmente construidos y culturalmente compartidos; lo cual se evidencia con claridad en los temores que emergen  en los diferentes ciclos vitales, por ejemplo en la vejez, los miedos no solo se derivan de la experiencia personal del sujeto, sino también de las diferentes construcciones sociales que se han tejido en su entorno próximo y que influyen en su bienestar físico, psicológico y social.

A propósito de nuestro interés podemos mencionar que existen algunos miedos construidos culturalmente y que pueden llegar a ser experimentados como una experiencia singular e individual en la vejez como el miedo a una  muerte simbólica, que incluye:

  • Miedo a perder el reconocimiento social, ser excluido y rechazado.
  • Miedo a ser una carga y estorbo
  • Miedo a la soledad y el abandono de los seres queridos
  • Miedo a perder la autonomía y la funcionalidad.

Frente a este miedo a la muerte simbólica es preciso señalar un elemento de gran importancia en el cual coincide Bauman (2007) con Uribe y Valderrama (2007), pues  permite comprender una de las razones por las cuales la muerte real no es tan temida por los adultos mayores, como si lo es la muerte simbólica.

Estos autores señalan que  en la vejez  el afrontamiento a la muerte tiende a ser más exitoso, como resultado de haber vivido  numerosas pérdidas físicas, sociales y psicológicas durante su vida; y que de alguna manera los preparan para afrontar la muerte real que es percibida  como inminente. Sin embargo  la tarea de preparación y  afrontamiento de la muerte solo es una de las tareas de la vida, siendo parte de una plataforma de tareas que incluye otras de mayor gratificación y que preparan para tener una vida con bienestar.

Pero el bienestar en la vejez depende de construir dispositivos psicosociales para una plataforma que contenga diferentes recursos psíquicos y sociales para afrontar con éxito las diferentes dificultades de la vida cotidiana y las gratificaciones de la misma.

Recursos psíquicos sociales para afrontar el miedo

Los recursos psicosociales son herramientas para poder abordar diferentes dificultades en la vida cotidiana: podemos decir que son microcompetencias de inteligencia emocional, que con su aplicación podemos asegurar cierto éxito sobre las cuestiones a resolver en la vida cotidiana. Esto implica que el éxito no lo da la inteligencia cognitiva, no es suficiente saber más. Hay que saber hacer mejor.

Por ejemplo, para abordar la emoción del miedo lo haremos a través del recurso psíquico de la confianza. La confianza está relacionada con el miedo al rechazo. La confianza implica construir desde la acción, en cambio el miedo paraliza y sujeta. Puede acontecer que en vez de construir haya que volver reconstruir, sobre todo cuando algo se rompió, como cuando se rompe una vasija.

También, la confianza puede estar vinculada a otros recursos psíquicos y sociales como por ejemplo la paciencia, que para desarrollarla tenemos que aprender a afrontar el sufrimiento, que es aprender a esperar con sosiego, sin que se altere el estado de ánimo, con tranquilidad. Nos quedamos esperando focalizado en el objetivo, sabiendo que puedo sufrir durante la espera. Esto implica comenzar a hacer  una acción de depósito de confianza en algo nuevo y mejor que espero que acontezca.

Para desarrollar un recurso psíquico casi siempre se necesita de recursos previos. Estos se desarrollan principalmente en la niñez y en las etapas siguientes. Pero también, a pesar de los prejuicios, se puede comenzar haciendo un entrenamiento nuevo de adulto. Pongamos como ejemplo: un niño tiene que desarrollar la capacidad de la frustración de la misma forma que un adulto. Con distintos contenidos, pero el mismo recurso al fin. La dinámica del acontecimiento puede ser la misma, lo que se modifica es la intensidad aplicada. Como adulto imprimimos mayor intensidad al trabajo de aprender a soportar una frustración, en la niñez puede ser  menor.

La vida nos pone a cada paso el desafío de aplicar entrenamientos para confrontar dificultades y miedos, por ejemplo, situaciones que nos ponen de frente al aprendizaje del recurso psíquico, como la capacidad de enfrentar las frustraciones. En el adulto las situaciones suelen estar acompañadas de cierto desorden y prejuicios que dificultan el desarrollo y aplicación de recursos psíquicos y sociales siendo de relevancia porque esto moviliza la dinámica para acrecentar la ansiedad. Por lo cual es importante ordenar la vida cotidiana y trabajar para modificar nuestros propios prejuicios, para tener una mejor autoimagen y cierto nivel de acciones planificadas que brinden certeza de nuestro futuro.

Confiar  es la capacidad de desarrollar acciones mientras esperamos, lo cual incluye la esperanza. Confiar implica depositar algo sobre los otros. La confianza te permite no estar especulando, no estar en alerta permanente. No se puede vivir improvisando permanentemente. No se puede vivir la vida con un estado de suspicacia y alerta permanente. Tampoco se puede tener el control de todo.

viejo recibiendo lamano

La confianza implica haber ido realizando depósito de acciones, para no vivir en un estado de alerta permanente y tener una base para las acciones sostenida en la confianza de que podemos obrar sin que nos pase nada malo. La confianza No es inherente a la condición humana, es algo que se construye social y culturalmente, en un contexto de cierto orden. Que brinda certezas sobre el futuro y de lo que podemos hacer.

Confianza implica una acción, depositar algo sobre lo que se espera. Para crear confianza hay que ser valiente, animarse a hacer.  Creer que me va ir bien, implica demostrar que puedo hacer algo para que me vaya bien, en el caso que no se dé como espero, estar preparado para afrontar el fracaso. Confiar no se activa desde la emoción, se activa desde la acción. Para desarrollar acciones implica ser valiente, porque la acción implica correr un riesgo, con la posibilidad del fracaso.

La acción implica temor, la repetición de una acción es lo que nos permite tomar confianza. El temor se confronta. No alcanza con conocer, implica valentía para enfrentar el hacer práctico. Confrontar temores con valentías. El entrenamiento implica valentía, correr riesgos. Sin ser desbocados y cometer errores irresponsablemente. Significa no hacer sin medir las consecuencias negativas.

Para ser valiente hay que confrontar el miedo al rechazo. La muerte puede aparecer como el peor miedo, hay gente que prefiere morir antes que ser rechazado, que es como una muerte simbólica. La gente no le gusta sufrir, porque implica sentir angustia pero quiere vivir de certezas, lo que implica tener que desarrollar una actitud interna de valentía. Ser valiente implica desprendimiento de una cosa para ir en pos de otra. En nuestra sociedad actual, la falta de integración social, está alimentada por cobardía. No meterse, no involucrarse, no querer hacer bien en pos de otra persona.

En cambio la confianza nos ubica en un estado superior a nosotros mismos. Nos desarrolla, nos hace crecer y nos nutre. Con la confianza disminuye el nivel de estrés, eso implica que disminuye el origen de todas las enfermedades, por que produce la catálisis o aumento del envejecimiento celular, lo que disminuye la potencia de defensa del organismo, que facilita todo el entorno para contraer enfermedades.  Por lo cual el estrés es la puerta de entrada de enfermedades como la  hipertensión arterial, diabetes, gastritis, infecciones, envejecimiento celular, etc…porque el estrés es la respuesta al estado de ansiedad.

Viejos tomados de la mano confianza

En síntesis la ansiedad es la emoción de alerta ante la emoción del peligro, cuando aparece el peligro, se gatilla el temor  lo que aumenta en mayor medida el estrés…la ansiedad es la antesala del temor, el temor produce envejecimiento celular, por lo cual el temor puede llegar a producir muerte. En cambio la confianza tiene como beneficio:

  • Disminuir el nivel de estrés, implica saber qué es lo que te sostiene, que es lo que le da sentido a tu vida.  Un sentido y propósito del futuro.
  • Entender que no se puede controlar todo, que solo puedo hacer pequeños depósitos de confianza sobre las cosas y las personas; no hay forma que pueda llevarlo todo bien, eso nos pone en un estado de alerta permanente.
  • La confianza nos permite enfocarnos en lo que queremos hacer, nos da mayor productividad y posibilidad de disfrute de nuestros logros.
  • Nos permite tener mejores contactos interpersonales. No mejoran las relaciones interpersonales sin confianza. Y sin relaciones interpersonales perdemos el sentido de la vida.
  • Tener confianza nos permite despejar nuestra capacidad mental y desarrollar todo nuestro potencial.
  • Nos permite superar toda duda, propia de los trastornos de obsesión compulsiva. Con una vida paralizada por la duda no se disfruta: no se disfruta de un viaje, de una relación afectiva, no se pone en camino de aprender algo nuevo por la duda, etc. La desconfianza es el producto del temor.

Por lo cual la confianza es un depósito de acciones en distintas áreas de nuestra vida. Correr riesgos para crear confianza, hacer en la medida de nuestras capacidades. Arriesgarse en la medida de la capacidad que cada uno tenga. Correr riesgos de forma controlada, implica correr riesgos en función de la madurez para crear confianza.  Entonces  en la tarea de superar y confrontar los miedos hay que ir haciendo pequeños depósitos de confianza.

Créditos y Bibliografía de consulta:

DUEÑAS RAMIREZ,  Laura Ximena. CACERES SALAS, Sthefani; Investigación: “El espectro de la exclusión: La muerte simbólica en el envejecimiento”.

PALERMO, Sebastián. Aprender a sentir, educar las emociones. Grupo Editorial Argentina, 2016.

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